Por: Silviano de la Mora
En un momento en que México enfrenta una creciente preocupación por la infiltración del crimen organizado en las estructuras del poder, el caso de Hernán Bermúdez Requena — secretario de Seguridad Pública durante la administración gubernamental del hoy senador tabasqueño Adán Augusto López Hernández— golpea directamente el núcleo político de la Cuarta Transformación.
Bermúdez Requena, quien se encuentra prófugo de la justicia, y es señalado como presunto líder del grupo criminal “La Barredora”, representó una figura clave dentro del aparato de seguridad estatal, lo que eleva la gravedad del caso.
Morena, el partido en el poder, ya ha sido objeto de diversos señalamientos por presuntos vínculos entre algunos de sus miembros y organizaciones criminales. Sin embargo, este escándalo trasciende los anteriores al involucrar a un funcionario de alto nivel en el círculo cercano de Adán Augusto, uno de los hombres más influyentes y leales al expresidente Andrés Manuel López Obrador.
Este escándalo, al alcanzar los niveles más altos de la 4T, plantea una pregunta incómoda pero necesaria: ¿hasta qué punto el proyecto de transformación está dispuesto a confrontar la corrupción interna cuando ésta toca a sus propios operadores de confianza? La respuesta —o la falta de ella— podría definir el legado de Andrés Manuel López Obrador.
