Ayer lunes, la senadora Imelda Castro intentó montar lo que llamó un “informe de labores” en la colonia Montuosa de Mazatlán. Una colonia con más de 2 mil habitantes que, sin embargo, apenas reunió a unas 200 personas en su evento, y eso siendo generosos con la cifra. El ambiente no fue de respaldo, sino de indiferencia, dejando claro que la gente está cansada de discursos reciclados, cifras maquilladas y promesas incumplidas. La gran pregunta es: ¿cuántos de esos asistentes realmente eran vecinos de la colonia y cuántos fueron llevados por compromiso, acarreados en el viejo estilo de la simulación política?
La senadora ha demostrado una desconexión evidente con la realidad que vive Sinaloa, y en particular Mazatlán. Mientras los agricultores tomaban el Palacio de Gobierno por el incumplimiento en el pago de sus cosechas, Imelda Castro estaba ocupada montando un acto político disfrazado de informe. ¿Dónde ha estado su voz en apoyo a los maiceros? ¿Dónde su indignación por las familias de desaparecidos que claman justicia? ¿Cuándo ha subido a la tribuna del Senado para exigir seguridad real para un estado que lleva más de once meses sumido en el terror?
La verdad es que los sinaloenses, y sobre todo los mazatlecos, han recibido muy poco de su parte en estos siete años como legisladora. Su supuesta productividad no se refleja en las calles, ni en los hogares, ni en las causas verdaderamente urgentes del estado. Ni seguridad, ni justicia, ni paz. Solo un silencio cómplice y una ausencia constante en los momentos donde más se necesita representación.
El acto de ayer no fue un informe: fue una precampaña mal disfrazada, con poca convocatoria y aún menos credibilidad. La gente le dio la espalda porque ya no está dispuesta a escuchar las mismas mentiras, ni a seguirle el juego a quienes usan el poder para promocionarse, no para servir. Mazatlán habló con su ausencia, y ese silencio fue más elocuente que cualquier aplauso fingido.