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miércoles, septiembre 10, 2025
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Claudia Sheinbaum ante la herencia incómoda y el límite de la lealtad

Desde el mismo día en que se celebró la VIII Sesión del Consejo Nacional de MORENA, a la fecha, ha quedado claro que este es el momento idóneo para que la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo marque un giro de autoridad, realizando cambios significativos en el entorno de su gobierno y se libere de la camisa de fuerza heredada por el expresidente Andrés Manuel López Obrador, tras aquel desgastante y cuestionado proceso interno de “corcholatas”, donde se repartieron posiciones como consuelo para los perdedores.

Algunos nombres ejemplifican el lastre político que aún arrastra el nuevo gobierno. Está el diputado Ricardo Monreal, figura siempre ambigua dentro de MORENA; Gerardo Fernández Noroña, ahora presidente del Senado, cuya radicalidad ha sido más mediática que efectiva; y Adán Augusto López Hernández, presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, quien hoy enfrenta señalamientos graves, dado que su exsecretario de Seguridad Pública en Tabasco, Hernán Bermúdez Requena, ha sido vinculado al grupo criminal La Barredora, cercano al Cártel Jalisco Nueva Generación y se encuentra prófugo de la justicia. Este escándalo no solo mancha su nombre, sino que se ha convertido en una bomba política para MORENA y una incomodidad creciente para la presidenta Sheinbaum, que aún no se decide a romper con los compromisos y cuotas heredadas de la era López Obrador.

La incomodidad de la presidenta con Adán Augusto López Hernández es cada vez más evidente. Sin embargo, se ha visto obligada a salir en su defensa, no tanto por convicción propia, sino como un gesto de lealtad hacia el expresidente López Obrador, el verdadero arquitecto de ese equilibrio político que hoy le pesa. La pregunta que flota en el ambiente es hasta cuándo podrá estirarse esa liga: ¿hasta completar el simbólico “séptimo año” de poder transexenal para AMLO, o hasta que el costo político de sostener a figuras impresentables resulte demasiado alto incluso para el pragmatismo presidencial?

Lo que está en juego no es solo la coherencia del nuevo gobierno, sino su autoridad y capacidad de definir un rumbo propio. Claudia Sheinbaum tiene el reto —y la oportunidad histórica— de romper con los pactos de conveniencia que ya no sirven ni al país ni a su legitimidad. Porque si no los rompe ella, lo harán los hechos. Y para entonces, puede ser demasiado tarde.

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