A diario escuchamos el legítimo reclamo de restauranteros y dueños de diversos negocios que, ante la baja en ventas y la incertidumbre económica, exigen al gobierno apoyo mediante estímulos fiscales, programas de financiamiento o medidas que reactiven el consumo. Sus peticiones no son infundadas: enfrentan un entorno adverso marcado por la inseguridad, el aumento de insumos, y un poder adquisitivo cada vez más erosionado.
Sin embargo, vale la pena señalar que en muchos casos —aunque no en todos— también existe una falta de autocrítica en el sector. Muchos negocios operan bajo esquemas obsoletos, sin preocuparse por ofrecer un valor agregado claro que los distinga de la competencia o que invite al cliente a regresar. Hay quienes descuidan la calidad del servicio, la experiencia del consumidor, la presentación del producto o incluso la limpieza y seguridad de sus espacios. En un mercado cada vez más competitivo y exigente, estos factores pueden marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso.
La inseguridad, por supuesto, es un problema serio que desalienta el consumo presencial y reduce la afluencia a zonas comerciales. Pero limitar la discusión únicamente a lo que debe hacer el gobierno sería incompleto. La pregunta obligada es: ¿hasta qué punto la reactivación económica de estos negocios depende solo del Estado y no también de la capacidad de los propios empresarios para adaptarse, innovar y comprometerse con su clientela?
En tiempos difíciles, la creatividad se vuelve una herramienta esencial. Hay ejemplos de emprendedores que, en lugar de esperar soluciones externas, han apostado por modelos de negocio disruptivos, experiencias únicas, uso eficiente de redes sociales, colaboraciones comunitarias, delivery estratégico o nuevos enfoques de atención al cliente. Es este tipo de iniciativa el que demuestra que la resiliencia empresarial no solo se mide por resistir las crisis, sino por reinventarse a pesar de ellas.
En suma, el apoyo gubernamental es importante, pero no puede ser el único pilar. La recuperación y el crecimiento también pasan por una transformación interna del sector: profesionalización, innovación, enfoque en la experiencia del cliente y una auténtica vocación de servicio. Solo así será posible construir una oferta comercial sólida, confiable y competitiva que motive a los consumidores a volver, incluso en medio de la adversidad.
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