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sábado, agosto 16, 2025
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El poquito de Rocha y el chingo que nos falta

En Sinaloa ya sabemos que la lluvia es como la política: siempre termina cayendo donde más fregados estamos. Llueve en Mazatlán y las colonias populares se convierten en canales venecianos… pero sin góndolas, nomás con colchones flotando, refrigeradores navegando y el perro en la azotea viendo pa’ todos lados. Y justo en medio de ese panorama, con el olor a humedad todavía en el aire y la gente sacando el agua a cubetazos, el gobernador Rubén Rocha Moya se deja ir con una joya de esas que deberían imprimirse en tazas para la posteridad: “Yo sé que los que se inundan son la gente pobre. Entonces, la gente pobre puede reponer las cosas con poquito. Si les apoyas con poquito, resuelven”.

Ah, qué bonito. O sea, la lógica es simple: si siempre han vivido con poco, pues pa’ qué darles más. A ver si así no se malacostumbran. Es como decirle al amigo que nunca ha comido carne: “No te preocupes, con un taquito de frijol quedas bien”. La pobreza como destino y la ayuda como propina. Y uno que pensaba que la política social era para sacar a la gente de la fregadera, no para recordarle que ahí se tiene que quedar.

Porque aquí el “poquito” no es casualidad, es tradición. Desde siempre, el apoyo gubernamental llega en cantidades homeopáticas: un costal de cemento, dos láminas, una despensa con más aire que producto, una cobija que no alcanza ni para tapar al perro. Todo acompañado de la infaltable foto con el funcionario sonriendo, como si la ayuda fuera de su bolsillo. Y mientras tanto, el drenaje pluvial sigue siendo un mito urbano y los arroyos se convierten en autopistas de lodo. Pero pa’ qué arreglar eso si el año que viene igual podemos volver con otra despensita y la misma sonrisa.

Lo peor es que Rocha no miente: la gente pobre sí resuelve con poquito… porque no les queda de otra. Aquí en Sinaloa, la resiliencia es deporte estatal: si el colchón se mojó, se pone al sol; si la estufa ya no prende, se usa anafre; si el refrigerador se murió, pues ahí se improvisa una hielera con la caja de la cerveza. La diferencia es que esa capacidad de adaptarse no debería ser excusa para que el gobierno se lave las manos con una garrita de agua.

Claro, el “poquito” tiene sus ventajas políticas: es barato, rápido y no compromete el presupuesto para las cosas que sí importan… como las campañas, las obras de relumbrón que nomás sirven para cortar listones o las licitaciones que ganan los compadres. Porque aquí, para arreglar un parque que nadie usa, sí hay millones; pero para levantar un puente peatonal donde la raza se juega la vida cruzando, nomás hay promesas.

Y no es que este estilo de gobernar sea nuevo. Nomás cambia el personaje. Antes eran otros los que repartían las mismas migajas y hoy es Rocha quien las entrega, pero con el toque especial de decirlo en voz alta, como si fuera un hallazgo sociológico: “La gente pobre se inunda”. ¿De veras, Gober? Pues gracias por el dato, no lo habíamos notado mientras nadábamos hasta la tienda.

Mientras tanto, la otra cara del desastre: la sequía. Porque Sinaloa es así, un día te ahogas y al otro no tienes ni pa’ regar las macetas. Y ahí también se aplicó el “poquito”: se pide ayuda al gobierno federal, no llega, y pues ni modo, a esperar que el cielo se apiade. Pero pa’ las fotos con la pala y el costalito de maíz, ahí sí estamos listos.

Lo triste —y aquí es donde se me quita lo chusco— es que esta mentalidad del “poquito” perpetúa lo que dice combatir. Si al pobre siempre se le da lo mínimo, siempre se quedará donde mismo. Y la política se convierte en un círculo vicioso: dar poquito para que no salgan de pobres, y que sigan necesitando al que les da poquito. Así todos felices… menos los que viven con el agua al cuello.

Por eso, cuando el gobernador dice que con poquito se resuelve, yo pienso que sí… pero sólo si hablamos de resolverle a él sus problemas de imagen, de presupuesto y de compromiso. A la gente, el poquito apenas le sirve para secarse las lágrimas. Y no todas.

En Sinaloa, el problema no es que llueva mucho o que el agua no se vaya. El problema es que la ayuda nunca llega… o llega en bolsitas, con moño y sonrisa para la foto. Porque aquí, mientras el gobierno nos da poquito, nosotros pagamos un chingo.

Bueno, todo esto según yo, el Goyo310… El poquito que a lo largo se convierte en mucho, sobre todo cuando está el 27 a la vista. ¡Fugaaaaaaaaaa!

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